La Banda Mensajera, el canto por los derechos de las trabajadoras en Camboya

Tiempo de lectura aproximado: 3 minutos

Seis extrabajadoras de las fábricas textiles y de calzado en Camboya llevan diez años poniendo la banda sonora al movimiento que busca dignificar las condiciones laborales de la principal industria del país asiático.

La “Banda Mensajera” o “MB” comenzó componiendo acerca de lo que mejor conocían sus integrantes: los abusos que sufrían cientos de miles de mujeres que cambiaron la vida rural de las provincias por las factorías a finales de los años noventa.

“Dónde esté la opresión los trabajadores deben alzarse, seguir luchando, la solidaridad nos dará la victoria; dice el proverbio que un puñado de palillos es difícil de romper, la victoria nunca es fácil, oh trabajadores, uniros a la lucha”, reza una de sus canciones más populares.

La cantante y coordinadora de la banda, Vun Em, fue una trabajadora que a los 16 años llegó a una fábrica de la periferia de Phnom Penh desde la provincia de Kampong Cham, en el este del país, en busca de un salario para intentar ayudar a su familia.

Después de cinco años entre maquinas de coser, Em superó una audición que convocó una ONG y ligó su camino al de las cerca de 700.000 personas, en su gran mayoría mujeres, que se estima que emplea el sector textil y de calzado en Camboya.

“Empezamos a aprender de nosotras mismas, de nuestras vidas, de porqué necesitábamos formarnos, y porqué necesitábamos compartir nuestras historias, nuestras condiciones de trabajo y cómo podíamos cambiar las cosas”, recuerda la activista.

Desde el principio, el repertorio de MB incluyó otros dos colectivos vulnerables, las prostitutas y las agricultoras, pero sus canciones han tenido una mayor difusión dentro del movimiento obrero textil, que alcanzó su punto cumbre tras las elecciones del verano de 2013.

Las integrantes de la Banda Mensajera se encontraban en enero de 2014 entre las trabajadoras en huelga contra los que agentes de la temida brigada 911 de las fuerzas especiales abrieron fuego y mataron a cuatro manifestantes.

“Otras componentes corrieron más riesgo que yo, al cantar desde el techo de los tuk-tuk (popular motocarro de transporte) para intentar movilizar a las trabajadoras y que permaneciesen juntas sin utilizar la violencia”, recuerda Em.

Las trabajadoras del sector textil demandaban un aumento del salario mínimo, que el Gobierno había fijado ese año en 100 dólares y que había reconocido debía aumentar progresivamente hasta los 160 dólares en 2018 para cubrir los gastos básicos.

Tras meses de protestas, el salario ascendió hasta los 128 dólares en 2015 y los acuerdos políticos entre oposición y Gobierno sumados al miedo calmaron las reivindicaciones en las calles.

Sin embargo, el debate continúa con fuerza, ya que esta semana Gobierno, sindicatos y patronal negocian el incremento para 2016, que a juicio de Em, es solo una parte de los problemas que enfrentan las trabajadoras.

“Los derechos y el salario tienen que ir de la mano. Antes el salario era muy bajo pero rendía lo suficiente. Ahora el gasto es mayor, y si miras a las condiciones laborales, los contratos temporales están ahí, las dificultades para las bajas por maternidad y enfermedad están ahí”, asegura la cantante.

Según un informe de Human Rights Watch publicado en marzo, los gerentes de fábricas que proveen a marcas internacionales utilizan los contratos de corta duración para coaccionar a los trabajadoras y muchas fábricas pequeñas escapan los controles.

Por otro lado las dificultades laborales se ven afectadas por el rol tradicional de la mujer camboyana.

Leng Leakhana, otra de los integrantes del grupo, considera que los jefes emplearon sobre todo a mujeres porque “pensaban que serían más suaves y buenas, se quedarían en la fábrica y no protestarían”.

“Al principio la gente no quería compartir, ni siquiera con la gente de su aldea. Llevó un tiempo empezar a entender, compartir y hacer ruido,” añade Leakhana.

Algunas de las músicos y activistas de MB se enfrentaron a la incomprensión en sus familias, en sus comunidades de origen o con sus parejas, pero ninguna se arrepiente del camino que eligieron.

“Quiero morirme habiendo hecho algo”, resume la cantante Norm Sophors entre la aprobación de sus compañeras.

LSB-USO
Siguenos en: