La oportunidad de subir los salarios gana adeptos en Euskadi

Tiempo de lectura aproximado: 6 minutos

El 1 de Mayo resultó un clamor sindical en toda España por unos salarios dignos y que, en definitiva, se vean beneficiados de alguna forma de la recuperación evidente que vive la economía. En el País Vasco esa reclamación también tuvo su protagonismo.

Y, es más, incluso el Gobierno Vasco, por boca del responsable de Hacienda y Economía, Pedro Azpiazu, ha lanzado recientemente un mensaje claro y directo a las organizaciones empresariales: ahora que la remontada del PIB es evidente, con alzas que rondan el 3%, ha llegado la hora de mejorar los sueldos de los trabajadores.

El ‘recado’ del consejero, que en apenas una semana añadió a su andanada a la patronal un segundo misil, el de la necesidad de la reforma fiscal, obtuvo rápida contestación desde Confebask: no es momento de estropear la recuperación, no vamos a dar instrucciones en ese sentido y, además, hay muchas empresas a las que una subida de las nóminas les hundiría .

En ese escenario, DV ha querido consultar por la convenciencia, la necesidad o la oportunidad de elevar los salarios en el País Vasco. Unas nóminas, es cierto, que son de media más altas que en el resto del Estado pero que se corresponden con una masa social que también ha apretado los dientes a lo largo de la crisis, soportando -esto lo reconoce el propio presidente de Confebask, Roberto Larrañaga- cierta pérdida de poder adquisitivo en los últimos años.

La mitad de las nóminas en España no alcanza los 1.000 euros al mes

La respuesta ha sido unánime: sí, es el momento de plantear esas subidas, la hora de recompensar esos esfuerzos. El momento macroeconómico lo justifica sin lugar a dudas. Y, dicen algunos de los consultados, como por ejemplo el presidente del Consejo Vasco de Relaciones Laborales (CRL), Tomás Arrieta, si alguna empresa no puede realmente, «eso debe ser la excepción, no la regla general».

«Se dan las condiciones»

Arrieta destaca que la mejora económica es «innegable» y que «ya hay más riqueza en términos absolutos que antes de que comenzara la crisis». «También hay una recuperación cuantitativa del empleo, aunque no con la calidad que quisiéramos», añade. «Así que claro que hay condiciones y recorrido para una recuperación de los salarios en Euskadi», zanja.

A su juicio, la traslación del mensaje no puede ser lineal, pues hay algunos sectores o empresas que todavía están en dificultades. Pero en lugar de quedarse ahí, Arrieta apuesta por que eso sea «la excepción y no la regla». «Esto hay que tratarlo bien, y para esas empresas que no pueden se han de articular mecanismos de flexibilidad que deben,eso sí, ir de la mano de consensos básicos con la plantilla, soportados por la información, la transparencia y la comunicación, que es lo que hace sostenible cualquier acuerdo», afirma. «Es verdad que a lo mejor alguien puede necesitar bajar los salarios respecto al convenio, pero si la situación mejora se ha de responder después, y si no hay acuerdo siempre hay organismos en los que buscar una solución acordada como el Preco», añade.

La consejera de Trabajo, esperanzada respecto a la relación entre patronal y sindicatos

El CRL cree que el inmovilismo en este ámbito a largo plazo «no es inteligente»

El problema, reconoce, es que apenas se firman convenios y que la negociación está casi embarrancada, pero, advierte, «hay que romper ese círculo vicioso». «Aún hay un sentimiento entre las empresas de que la recuperación no se ha asentado, pero el inmovilismo a medio plazo no es inteligente; la recuperación no es sostenible si no se soporta en un reparto equitativo, razonable y justo», asegura. «Todos compartimos esa visión, pero quizás nos falta dar el paso y asumir ciertos riesgos», afirma.

Arrieta desliza un mensaje de cierto optimismo, en el sentido de que el aparente inmovilismo de unos y otros no es tal cuando se baja a la arena de un convenio real. «Una cosa es el discurso oficial y otra la solución de los problemas reales», dice. En cualquier caso, asegura que la inacción actual «a los que más perjudica es a los trabajadores de las pequeñas y medianas empresas; en las grandes, que tienen otros recursos, el bloqueo es siempre menor», apunta.

En este sentido, el presidente del CRL alerta del eventual peligro de que se creen escalones que separen enormemente las condiciones laborales de las grandes y las pequeñas empresas. «Si necesitábamos alguna fractura más…», advierte. «Yo sé que no soy empresario, pero desde el punto de vista teórico está claro que es necesario hablar», resalta.

Sobre el mensaje que suele trasladar la patronal de que la clave es la competividad y que ésta se apuntala con salarios contenidos o, al menos, sin grandes subidas en un mundo enormemente competitivo, Arrieta también tiene su visión. «En Euskadi ha habido sueldos altos y hemos sido competitivos en una sociedad cohesionada, creo que son compatibles retribuciones altas con desarrollo económico y sostenibilidad de la actividad y las empresas», asegura.

«El problema es que hay distintos paradigmas en función de la parcela de realidad que analicemos», dice. Para Arrieta, si Euskadi (y sus empresas) presume de valor añadido y productos de calidad «no podemos cobrar menos». «Necesitamos mejores condiciones», insiste.

«¿Cómo no te va a interesar la competitividad de las empresas? Pero para saltar a lo particular hay que ejercer el liderazgo, hay que generar discursos», señala, en alusión a las organizaciones empresariales. «Se trata de que todos participen de lo que colectivamente se ha logrado, que nos toque algo, aunque sea la pedrea», concluye.

Pensar en el futuro

Iñaki Tapia, presidente del Colegio de Graduados Sociales de Gipuzkoa, se expresa en la misma línea. «En principio, y si atendemos a los datos macro, creo que la recuperación debe trasladarse a los salarios; una parte de la crisis ha impactado de lleno en los trabajadores vascos, en sus salarios, el propio empleo y la precariedad laboral, y es hora de revertir esa situación», afirma. «Dicho esto -matiza- es cierto que si miras caso por caso hay empresas en dificultades».

De todos modos, Tapia insiste en que «si todo va mejor, se debe de notar en las nóminas». Aquí, el representante de los graduados sociales (que son muchas veces los técnicos que realmente se remangan y negocian la letra pequeña de los convenios) no tiene empacho en poner el foco en la actitud de las empresas: «Me llama la atención la resistencia de la patronal a firmar convenios».

«Las empresas han pedido sacrificios, pero después de esta recuperación vendrán otras épocas peores, y si no has mejorado las condiciones ahora y has implicado a tus trabajadores, después no les podrás pedir mucho más», explica. El tirón de orejas, si es que se puede calificar así, no se queda en ese lado de la mesa, pues también advierte Tapia al ámbito sindical-laboral de la necesidad de «implicarse en la empresa más allá del mero desempeño de su trabajo». «A menudo son reticentes», advierte.

Sobre esa necesidad de que la salida de la crisis se aprecie también en los salarios de los guipuzcoanos, Tapia recuerda que una sociedad bien pagada es una sociedad más cohesionada, y que sin esa necesaria cohesión pueden aparecer fantasmas que ya vemos en otros países como Francia, con una evidente explosión del fascismo.

El experto alerta también de otra amenaza para los salarios: la cultura del bajo coste. «La dinámica consumista requiere salarios bajos», dice. «No hablo de la industria vasca, claro, pero no crea que no existe ese problema en los servicios o las manufacturas textiles; ¿si ves un bikini a cuatro euros, crees que la trabajadora que allí atiende podrá tener un salario alto? En la industria afecta a la subcontratación, a las empresas que les aprietan por todos los lados y nos les queda margen», destaca.

Estimular el crecimiento

Verónica Castrillón y Jose Mari Zendoia, profesores del departamento de Economía Aplicada I de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad del País Vasco en San Sebastián, defienden que entre 2011 y 2015 los salarios perdieron un 3% acumulado en la participación en la renta, mientras el excedente neto ganó el 9,5% en el mismo periodo en Euskadi. A su juicio, y desde un punto de vista macroeconómico, «para mantener la participación de los salarios en la renta, las remuneraciones reales deberían crecer con la productividad, es decir, al 1,2% aproximadamente».

Pero, advierten, para calcular la variación de los salarios nominales «hay que sumar siempre la inflación a la productividad». Junto a esto, apuntan que el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ha declarado recientemente que «los salarios en la UE llevan años creciendo por debajo de la productividad y que es preciso aumentarlos».

Y resaltan que «la OCDE, en su informe España 2017, alerta del riesgo de un crecimiento que ha aumentado la desigualdad y la pobreza, en especial a través de la devaluación salarial y de la generalización de los trabajos temporales y a tiempo parcial, por lo que recomienda un aumento de los salarios para que el crecimiento sea más inclusivo». «No solo los sindicatos apuestan por subidas salariales», detallan los dos profesores.

Sobre la filosofía de Confebask de que hay siempre que analizar la situación empresa a empresa, apuntan que «se podría compartir este punto de vista, siempre y cuando no se siga financiando con pérdidas salariales y en la precariedad del empleo, sino en una reforma fiscal que tiene que contemplar necesariamente una mayor recaudación en el impuesto de sociedades de las grandes empresas».

Como conclusión, y partiendo de la base de que «los bajos salarios no son la única causa de precarización en Euskadi», Verónica Castrillón y José Marí Zendoia defienden que una elevación salarial «no solo es justa, sino necesaria para estimular la demanda, la productividad y el crecimiento».

LSB-USO
Siguenos en: